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House

"Cuando se marchaban Loretta tenía que sostenerlo, el anciano tropezaba y se tambaleaba al andar. En el coche lloraba, angustiado de preocupación. Y sin embargo, Anna volvió a casa y se recuperó, solo la inquietaba ver el huerto tan descuidado. Al domingo siguiente, después del almuerzo, Loretta ayudó a arrancar malas hierbas, cortó las zarzamoras. Entonces empezó a cavilar: ¿Y si Anna se ponía enferma de verdad? ¿Qué responsabilidad implicaba esa amistad? La dependencia mutua de la pareja, la vulnerabilidad de los dos ancianos la entristecían y la conmovían, Esos pensamientos se le pasaron por la cabeza mientras trabajaba, pero disfrutó, removiendo la tierra negra fresca, sintiendo el sol en la espalda. Sam, contando sus historias mientras arrancaba hierbajos en el surco contiguo.

El siguiente domingo que Loretta fue a visitarlos llegó tarde. Había madrugado, tenía muchas cosas que hacer. La verdad es que habría preferido quedarse en casa, pero le faltó valor para llamarlos y cancelar.

Encontró la puerta principal con el pestillo puesto, como de costumbre, así que fue al jardín para entrar por atrás. Echó un vistazo al huerto, exuberante de tomates, calabacines, tirabeques. Abejas perezosas. Anna y Sam estaban fuera, en el porche trasero. Loretta iba a llamarlos, pero los oyó muy enfrascados hablando.

- Nunca ha llegado tarde. A lo mejor no viene.

- Ah, claro que vendrá... Estas mañanas significan mucho para ella.

- Pobrecita. Está tan sola. Nos necesita. La verdad es que somos la única familia que tiene.

- Y cómo le gustan mis historias. Caramba, no se me ocurre ninguna para contarle hoy.

- Ya improvisarás algo...

- ¡Hola! -gritó Loretta-. ¿Hay alguien en casa?".

Manual para mujeres de la limpieza. Lucia Berlin.

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Shadow on Concrete Wall
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"Caminar no es lo mismo que huir. Cuando huyes de otros o de ti mismo, todo va muy rápido. Los árboles corren y también las nubes y los animales parece que husmean tu miedo y se apartan, Los camioneros asoman la cabeza por la ventanilla, te hacen bromas macabras y los niños te miran desde sus asientos con un silencio en los ojos que te persigue como si fuera una culpa. Las carreteras, sin embargo, a pesar de su vértigo amenazante, son como ríos que te marcan una ruta. Me acogí a sus bordes y a la sombra de los árboles, a los cobertizos vacíos, a las bombas de gasolina en las noches. Una bomba en la noche parece de lejos un hotel de lujo. Hasta las más humildes brillan como un altar en la soledad de los pueblos o en mitad de la nada. Vas aprendiendo a quién temerle: a la Policía, a los celadores, a ciertos perros. Una mujer me tiró un balde de agua fría, otra me dio una bolsa llena de puntas de pan, otra me dejó dormir una noche en el granero y me regaló un suéter de su marido. La voz de la maldad y de la bondad humana me habló cada vez de forma más clara.  O tal vez mis oídos y mi cuerpo se habían hecho más porosos a fuerza de sol y de lluvia."

Piedad Bonnett, Donde nadie me espere.

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"La censura, que al principio solo abarcó los medios de comunicación, pronto se extendió a los textos escolares, las letras de las canciones, los argumentos de las películas y las conversaciones privadas. Había palabras prohibidas por bando militar como la palabra compañero y otras que no se decía por precaución, a pesar de que ningún bando las había eliminado del diccionario, como libertad, justicia y sindicato. Alba se preguntaba de donde habían salido tantos fascistas de la noche a la mañana, porque en la larga trayectoria democrática de su país, nunca se habían notado, excepto algunos exaltados durante la guerra, que por monerías se ponían camisas negras y desfilaban con el brazo en alto, en medio de las carcajadas y la silbatina de los transeúntes, sin que tuvieran ningún papel importante en la vida nacional. Tampoco se explicaba la actitud de las Fuerzas Armadas, que provenían en su mayoría de la clase media y la clase obrera y que históricamente habían estado más cerca de la izquierda que de la extrema derecha. No comprendió el estado de guerra interna ni se dio cuenta de que la guerra es la obra de arte de los militares, la culminación de sus entrenamientos, el broche dorado de su profesión. No están hechos para brillar en la paz. El golpe (dictadura de A. Pinochet) les dio la oportunidad de poner en práctica lo que habían aprendido en los cuarteles, la obediencia ciega, el manejo de las armas y otras artes que los soldados pueden dominar cuando acallan los escrúpulos del corazón."

Isabel Allende. La casa de los espíritus. 2012. pp. 402.

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"En las dos primeras semanas del cólera el cementerio fue desbordado y no quedó un sitio disponible en las iglesias, a pesar de que había pasado al osario común los restos carcomidos de numerosos próceres sin nombre. El aire de la catedral se enrareció con los vapores de las criptas mal selladas, y sus puertas no volvieron a abrirse  hasta tres años después, por la épica en que Fermina Daza vio de cerca por primera vez a Florentino Ariza  en la misa del gallo. El claustro del convento de Santa Clara  quedó colmado hasta sus alamedas en la tercera semana, y fue necesario habilitar como cementerio el huerto de la comunidad, que era dos veces más grande. Allí excavaron sepulturas profundas para enterrar a tres niveles, de prisa y sin ataúdes, pero hubo que desistir de ellas porque el suelo rebosado se volvió como una esponja que rezumaba bajo las pisadas una sanguaza nauseabunda. Entonces se dispuso continuar los enterramientos en La Mano de Dios, una hacienda de ganado de engorde a menos de una legua de la ciudad, que más tarde fue consagrada como Cementerio Universal.

Desde que se proclamó el bando del cólera, en el alcázar de la guarnición local se disparó un cañonazo cada cuarto de hora, de día y de noche, de acuerdo con la superstición cívica de que la pólvora purificaba el ambiente. El cólera fue mucho más encarnizado con la población negra, por ser la más numerosa y pobre, pero en realidad no tuvo miramientos de colores ni linajes. Cesó de pronto como había empezado, y nunca se conoció el número de sus estragos, no porque fuera imposible establecerlo, sino porque una de nuestras virtudes más usuales era el pudor de las desgracias propias."

Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera.










….El principito trepó a una alta montaña. Las únicas montañas que había conocido jamás eran los tres volcanes que le llegaban hasta la rodilla. Al volcán apagado lo usaba de banquito. “Desde una montaña alta como ésta  - se dijo – podré ver de un solo vistazo todo el planeta y todos los hombres”. Pero no vio más que agujas de roca bien afiladas.

  • Buenos días- dijo al azar.

  •  Buenos días… buenos días … buenos días… - le respondió el eco.

  • ¿Quién eres? – dijo el principito.

  • Quien eres… quién eres… quién eres… - respondió el eco.

  • Háganse amigos míos, estoy solo. – dijo el principito.

  • -Estoy solo… estoy solo … estoy solo – respondió el eco.

“Que planeta raro”, pensó el principito. “Es todo seco, todo puntiagudo, todo salado. Y los hombres no tienen imaginación. Repiten lo que se les dice. En mi planeta tenía una flor: siempre era ella la que hablaba primero…”

Antoine De Saint–Exupéry. El Principito.

 

 

 

 

 

Laura Restrepo, Dulce compañía...

"Mujer que te acercas a mí, no quieras saber cómo me llamo. Para ti soy el Ángel sin Nombre: ni puedo decírtelo, ni podrías pronunciarlo.

Sabía que vendrías de abajo, estaba escrito que la ciudad te enviaría a mí, y te esperaba. Con la ansiedad de la tierra, que en su pálpito de tinieblas aguarda la claridad salvadora del sol, así te he esperado. Ya hora que estás aquí, no te conozco.

Busco acercarme a ti, estiro la mano para tocarte. Pero tu piel es llama y me quema, no sé resistir el dolor intensísimo del contacto. No me hables, no me mires. Tus palabras me aturden y tu mirada se clava, intolerable, en mis ojos.

Pero no te alejes. Mucha cercanía me asfixia, mucha distancia me mata. Veo tu pelo ondular al otro lado del cristal, la maraña de tu pelo que flota y que llena tu lado del espacio. Me aterra tu cuerpo incomprensible, huyo de tus manos que quieren agarrarme, pero la niebla rubia de tu pelo me llama, bondadosa, me invita a salir del frío u a hundirme en la música de su fiesta amarilla. No me asusta tu pelo porque es excrecencia, ya salió de ti y no te pertenece, me acompaña pero no me atrapa, me roza pero no me quema. Toco tu pelo y no siento dolor."

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